Obesidad: una pandemia que no se detiene
Vivimos en una época en la que la obesidad se ha convertido en una epidemia mundial, afectando a millones de personas en todo el planeta. A pesar de los esfuerzos médicos y científicos y las políticas sanitarias destinadas a combatirlo, se trata de un mal cuyo avance no se detiene. Antes bien, su crecimiento demuestra que durante la última década la cifra de obesos del planeta se ha duplicado, comprendiendo altos porcentajes de jóvenes, adultos y niños, incluso menores de cinco años.
Causas y consecuencias
El exceso de peso es responsable de numerosas dolencias que pueden, incluso, ocasionar la muerte. Las enfermedades cardiovasculares, las alteraciones del aparato locomotor, las complicaciones metabólicas, digestivas y respiratorias se presentan como las más frecuentes. Pero, la obesidad mórbida no solo es causante de enfermedades orgánicas, sino que, además, provoca serias consecuencias psicológicas y de inserción social y laboral. La mala alimentación, basada en una dieta rica en grasas y azúcares, y el estilo de vida sedentario son las principales causas del sobrepeso.
En busca de soluciones
Al analizar los factores fundamentales que desencadenan esta enfermedad, la fórmula “comer menos y moverse más” aparece como la respuesta lógica y sencilla para combatirla. Reducir la ingesta de alimentos excesivamente calóricos, incorporando mayor cantidad de frutas, verduras y proteínas magras, y cumplir con un plan de actividad física regular es la indicación más adecuada para perder peso. Sin embargo, cuando se trata de obesidad mórbida – expresada en un Índice de Masa Corporal, IMC, mayor a 40- los riesgos de salud presentes exigen una solución rápida y efectiva que las dietas tradicionales no siempre ofrecen.
Afortunadamente existen diferentes cirugías destinadas a luchar contra esta condición, de hecho son muchas las personas que consiguen bajar de peso gracias a estas técnicas que brindan la ventaja de mantener a lo largo del tiempo el peso corporal alcanzado después de la intervención, además de mejorar notablemente el estado general del paciente.
Bypass gástrico
El bypass gástrico es una alternativa quirúrgica (información técnica sobre la operación de bypass gástrico en esta web) que consiste en reducir el tamaño del estómago y conectarlo directamente al intestino delgado, formando de este modo una pequeña bolsa en la cual se alojan los alimentos ingeridos. Así, se cumplen dos objetivos tendientes a promover la pérdida de peso. Por una parte, el deseo de comer es menor que antes de la operación, ya que la sensación de plenitud se logra rápidamente. Además, existe una absorción limitada de nutrientes y aportes calóricos contenidos en ellos. Como consecuencia, el paciente experimenta en un corto lapso una significativa reducción del peso corporal, disminuyendo eficaz y velozmente los peligros derivados de la obesidad mórbida.
Especificaciones acerca del bypass gástrico
Esta intervención se recomienda especialmente a aquellas personas con un sobrepeso de 50 o más kilogramos que no hayan obtenido resultados satisfactorios mediante tratamientos no quirúrgicos. Vale aclarar que si bien se logran significativos beneficios estéticos mediante esta operación, el objetivo principal es, sin embargo, evitar las amenazas de salud derivadas de la obesidad. Se estima que durante el año posterior a la operación, el paciente pierde alrededor de un 80% del exceso de peso, mejorando no solo de las dolencias provocadas por esta enfermedad, sino, además, experimentando notorios cambios relacionados a la locomoción, la emocionalidad y las relaciones sociales.
La preparación previa al bypass gástrico es sencilla y consiste fundamentalmente en estudios médicos y exámenes de laboratorio para evaluar el estado general de salud. Se le aconseja al paciente reducir el consumo habitual de alimentos y evitar el tabaco.
En relación a los cuidados posteriores, se suelen indicar dos o tres días de hospitalización y el retorno progresivo a las actividades rutinarias durante las semanas siguientes a la intervención. La normalización de la nutrición es igualmente paulatina, admitiendo en primer lugar líquidos y más tarde, una dieta blanda. Con el transcurso de los días, el paciente podrá volver a la alimentación frecuente, excluyendo bebidas alcohólicas y productos con alto contenido de azúcar y grasas.